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Marzo 14, 1919
Efectos de un sufragio. Participación en las penas
que la Divinidad dio a la Humanidad de Jesús.
Primera alma estigmatizada en el Querer Divino.
(1) Mientras me encontraba en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma y
veía a mi confesor difunto; un pensamiento me ha pasado por la mente: “Pregunta si aquello
que no has dicho al confesor estás obligada a decirlo, y por tanto a escribirlo o no”. Yo le he
preguntado diciéndole qué cosa era y él me ha dicho:
(2) “Ciertamente estás obligada”.
(3) Después ha agregado: “Tú una vez me hiciste un bello sufragio, si supieras el bien que
me hiciste, el refrigerio que sentí, los años que desconté”.
(4) Y yo: “No recuerdo, dime cuál fue y te lo repito”.
(5) Y él: “Entraste en el Querer Divino y tomaste su poder, la inmensidad de su amor, el
valor inmenso de las penas del Hijo de Dios y de todas las cualidades divinas, luego viniste y
todo lo derramaste sobre mí, y conforme tú me lo derramabas, yo recibía el baño del amor que
contiene el poder divino, el baño de la belleza, el baño de la sangre de Jesús y de todas las
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cualidades divinas; ¿quién te puede decir el bien que me hiciste? Todos eran baños que
contenían un poder y una inmensidad divina; repítemelo, repítemelo”.
(6) Mientras esto decía me he encontrado en mí misma. Ahora, para obedecer y con suma
confusión y repugnancia digo lo que había dejado de decir y escribir: Recuerdo que un día mi
dulce Jesús, hablándome de su Santísimo Querer y de las penas que la Divinidad hacía sufrir
a su santísima Humanidad en su Voluntad, me dijo:
(7) “Hija mía, como te he escogido por primera para hacer vida en mi Querer, quiero que
también tomes parte en las penas que recibía mi Humanidad de mi Divinidad en mi Voluntad.
Cada vez que entres en mi Querer encontrarás las penas que me dio la Divinidad, no las que
me dieron las criaturas, si bien también queridas por la Voluntad Eterna, pero como me las
dieron las criaturas, eran en modo finito. Por eso te quiero en mi Querer, donde encontrarás
penas en modo infinito e innumerables, tendrás clavos sin número, múltiples coronas de
espinas, muertes repetidas, penas sin termino, todas similares a las mías, en modo divino e
inmensas, que se extenderán en modo infinito a todos, pasados, presentes y futuros; serás la
primera que no numeradas veces, como las que participan en las llagas de mi Humanidad,
sino tantas veces por cuantas me hizo sufrir mi Divinidad, junto Conmigo serás el corderito
sacrificado por las manos de mi Padre, para resurgir y ser sacrificada de nuevo; quedarás
crucificada Conmigo por las manos eternas, para recibir en ti la marca de las penas eternas,
inmensas y divinas; nos presentaremos juntos ante el trono del Eterno, y en nuestra frente
escrito con caracteres imborrables: “Queremos muerte para dar vida a nuestros hermanos,
queremos penas para librarlos de las penas eternas”. ¿No estás contenta por ello?”
(8) Y yo: “Jesús, Jesús, me siento demasiado indigna, creo que es un gran error tuyo el
elegirme a mí, pobrecilla, por eso fíjate bien en lo que haces”. Y Jesús interrumpiendo mi
hablar ha agregado:
(9) “¿Por qué temes? Sí, sí, me he fijado por más de treinta y dos años de cama en la que
te he tenido, te he expuesto a muchas pruebas y aún a la muerte; he calculado todo y además,
si me equivoco sería una equivocación de tu Jesús, que jamás podría hacerte mal, sino un
bien inmenso; pero has de saber que tendré el honor, la gloria de la primera alma
estigmatizada en mi Querer”.